La sobremesa es aquella tradición por mantener vivos los sabrosos vaivenes y relajos que provocan un lugar de confianza. En donde los restos de comidas, las lozas sucias, las alzadas de voz y las revueltas de energías, se encuentran conscientemente permitidas. Un reflejo de diversas satisfacciones, producto de un goce culinario y un flujo apasionado por el contacto social.
Esta obra, funciona como un bajativo colectivo, donde la participación es indispensable para recuperar los ánimos. Algo así como un escenario de descanso y reflexión en torno a anécdotas, recuerdos comunes y delicias de la vida en tiempos de fronteras. Experiencias que invitan a distorsionar la perspectiva del tiempo y perderse entre las bromas, las risas, y los silencios de quienes fluctúan como anfitriones y comensales. Natascha De Cortillas, nos convida a disfrutar de un menjunge sugerente. Se trata de un trabajo que sostiene el congelamiento de este “después de “un movimiento cotidiano, familiar y doméstico. Un proceso que procura ser nutritivo a nivel corporal-espiritual. Una manera de demandar diálogos profundos sobre nuestras rutas alimentarias ¿Qué comemos y por qué? ¿Qué memorias guardan los alimentos? ¿Son los víveres del presente un sustento político? ¿Son las raciones un gesto democrático?
“Sobremesa” nos sirve y brinda de un ejercicio para valorar la practica popular de la cocinería, así como los ingredientes que cada receta conlleva. Su dedicación y compromiso son, sin duda, una forma de interpelar las lógicas del individualismo y así, fortalecer las relaciones afectivas de quienes participan en re-uniones alrededor de una mesa.
Loreto González Barra/ Curadora de Arte