CICLO DE EXPOSICIONES GALERÍA HIFAS 2023
Violeta Chiang lleva años impulsando proyecto territoriales en el Barrio Yungay que, como me comentó hace poco, buscan “hacer transparentes los muros de los espacios culturales y de las casas”. La Galería Hifas es una vitrina, un espacio que permite mirar al pasar lo que hay en el interior, un hoyo que deja ver lo que pasa adentro del taller “Ojo de pez”. Y en este caso la Galería Hifas es también el marco para la gran pintura de Violeta.
El título de la obra, La cuadratura del cuadrado, remite a un problema geométrico sobre el que han reflexionado desde matemáticos hasta tejedoras de colchas. El problema consiste en cómo organizar una serie de cuadrados de distintas dimensiones dentro de uno mayor, sin dejar espacios vacíos. En la obra La cuadratura del cuadrado la artista utiliza una pintura transparente que a la vez se imprime sobre telas traslúcidas dispuestas como cajas de luz. Se suman las transparencias de la ventana, de las telas y de la pintura que hay sobre ellas en una coreografía material que pareciera buscar dar tridimensionalidad a lo pictórico. Como una manta que se expande con profundidad hacia los confines del cuerpo que cubre. Es habitual que la pintura tenga muchos vínculos con lo doméstico y que se parezca en varias cosas a la cocina: hay años de ensayo y error previos a saber exactamente cuál es la técnica adecuada, antes de saber cuál es el gusto elegido y cómo conseguirlo. Violeta ha estado experimentando en este Barrio para saber cómo llegar a cocinar estas pinturas transparentes, o con qué sistema iluminarlas por detrás, en una práctica en la que, además de pintora, es cocinera y electricista.
Por último decir que conozco a Violeta desde hace casi 20 años, y su trabajo siempre se ha presentado desde la abstracción. La pintura y el arte abstracto nos lleva a preguntarnos una serie de cuestiones, como ¿por qué redundar en la realidad tal como hemos consensuado verla? ¿por qué representar desde esta visión humana centrada en la representación de “lo real”? ¿no podría ser acaso más interesante emanciparnos de esas imágenes a las que parecemos estar atadas en nuestras visiones cotidianas? ¿qué preguntas y espacios se nos abren cuando no dependemos de tener que reconocer algo en concreto? ¿qué pasa cuando no podemos decir “esto es una casa”, “un niño”, “un perro” o “un plato de comida”? ¿qué clase de desorientación perceptiva puede abrirnos lo abstracto? Cuando no existe una imagen claramente identificable tampoco podemos decir si aquello está bien o mal representado, porque no es claro qué es y probablemente no haya nada que esté siendo representado. Lo abstracto no tiene un referente concreto y por eso muchas veces está liberado (y nos libera) de esta realidad que nos oprime.
Lucía Egaña Rojas