Exposición Un paisaje en una línea rota, de Camila Lobos en Galería Hifas

Bordes, fronteras, límites o barreras son palabras que indican el punto de división entre un lugar y otro. En sí mismas, estas palabras parecieran no tener una forma definida o incluso ser invisibles. A veces los mapas indican líneas que no vemos en el paisaje, o a veces, los paisajes dibujan líneas que no vemos en ningún mapa. Sin embargo, la delimitación de un espacio es tan visible desde su interior como desde el exterior.

¿Cómo se ve una frontera? ¿Es una línea en el mapa? ¿Quién y cómo se definen las fronteras? Esas son algunas preguntas recurrentes en el trabajo de Camila Lobos, que en esta ocasión se ha trasladado hacia el contexto urbano y barrial de Yungay. A través de buscar formas fronterizas con las que nos relacionamos en nuestro día a día, la artista encuentra en rejas y portones las líneas divisorias de un mundo que cada día demanda más límites. Al exhibirlos rodeados de plantas y maleza, convierte parte del paisaje urbano en objeto de contemplación. Estos cuerpos de hojalata son la expresión visible de fronteras en las que la vida vegetal es capaz de sobreponerse entre el óxido del metal. 

En un barrio, las rejas y portones son las líneas que dibujan el espacio interior de un grupo familiar, persona o comunidad. Aquello que produce el contorno de la intimidad, rompiendo la continuidad del espacio público llano. Cuando hablamos del interior de un hogar, cada persona puede imaginar de manera diferente cómo es ese lugar, de alguna manera el cómo lo vivimos y sentimos define también lo que somos. Pero ¿qué hay de quienes habitan del otro lado del portón? Cuando caminamos por las mismas calles, el otro lado de las rejas, puertas y ventanas, pasa a ser también el contenedor de un espacio que si bien, no es de nadie, es a la vez de todos y todas. 

Así como la piel parece definir dónde termina un cuerpo, también lo conecta con todo su entorno. De la misma forma, las rejas del barrio no son un límite hermético, sino poroso, que separa y a la vez conecta lo privado de lo colectivo. Y en esa delgada línea, la vida florece. 

La obra de Camila es una invitación a imaginar cuántas fronteras existen a nuestro alrededor, y cómo la vida insiste en brotar entre cada línea divisoria que los mapas dibujan o que dibujamos en nuestras formas de vida. El mundo está lleno de límites y barreras que pretenden definir dónde y cómo ser o estar en el mundo. Pero incluso en los pequeños cuerpos fronterizos de los barrios, vemos que no hay línea divisoria posible para detener el florecer de la maleza. 

Valentina Henríquez O.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                 

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