Mis momentos de creatividad son variables según el contexto en que me encuentre, es un proceso que puede ir de la vorágine espontaneidad y compartida con más seres, a la profundidad de días y noches de vigilia solitaria. Las ideas dan vueltas y vueltas dentro mío, imágenes desordenadas fluyen como sueños, hasta que en un momento se hace insostenible la quietud del cuerpo y la inquietud de los sentimientos; me dispongo a preparar el espacio con todo lo preciso y si no ha algo, lo invento.
Ya no hay vuelta atrás, una vez que me sumerjo en la hoja, matriz de grabado o pared, me entrego y saco todo, hasta la última gota de creación contenida.
Nada es estático en este mundo y menos en el mío, cambio de piel porque me muevo, soy nómade que comparte su fuego a las demás, me transformo, absorbo lo que me rodea y expreso todo eso con una mirada sensible.
De manera monocromática, tan simple como el blanco y el negro, pero con el contrapeso cargado de simbolismo esotéricos y por qué no, caóticos. También me entrego a los colores saturados, fluorescentes y neutros, vibraciones que llegan a la memoria de mis raíces andinas.
Aunque estamos lejos sigo entramada con las mujeres que me criaron y con las que voy conociendo en el camino, las represento con miradas llenas de alegre rebeldía, de manos mágicas y corazones fuertes aún ante tanto dolor, guardianas de la naturaleza, carnavalescas, cantoras de historia y compañeras de rituales. Ellas son parte de mi identidad y refugio, fuente de inspiración para el arte de vivir.
El destino me hace muy mía e introspectiva, a la vez abierta y colectiva. La versatilidad en mis obras es lo que más me identifica, a veces no sé cómo llegue a realizar ciertas imágenes visuales y es por que vivo de muchas maneras intensamente.
Quien se anime a verme sin juzgar, será bienvenida a jugar en mis mundos libremente.
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